COLUMNA

29 de Junio de 2025

¿Te dice algo el número 267?

“Todos recordamos con mucho cariño al Papa Francisco. Unos días después de su muerte fue elegido un nuevo Pontífice: León XIV, el Papa número 267 en la historia de la Iglesia…” Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.

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Todos recordamos con mucho cariño al Papa Francisco. Unos días después de su muerte fue elegido un nuevo Pontífice: León XIV, el Papa número 267 en la historia de la Iglesia. Ocurrió el pasado 8 de mayo, día de la Virgen de Luján, patrona de Argentina. Su elección no es solo un dato cronológico sino un signo de la Providencia de Dios. En esa fecha mariana, desde el sur del mundo volvió a soplar el viento del Espíritu. Es el segundo Papa proveniente de América y con larga experiencia pastoral en Perú. Esta elección confirma la presencia viva de la Iglesia en el continente de la esperanza.


En sus primeras palabras rindió homenaje a su antecesor. Con profunda gratitud, reconoció “la entrega, el coraje y la ternura pastoral del Papa Francisco, guía de nuestro tiempo y sembrador de Evangelio en las periferias”. Esta continuidad no es simple cortesía institucional, sino conciencia de que en la Iglesia el Espíritu Santo actúa con paciencia, renovando y consolidando una misma misión a través de los siglos.


Desde el inicio de su pontificado, León XIV ha puesto énfasis en tres grandes líneas: la centralidad de Cristo, la sinodalidad como camino de la Iglesia y el clamor por la Paz en el mundo. En tiempos sacudidos por guerras, divisiones, crisis ecológicas y sociales, el Papa ha elevado su voz —clara, firme, paternal— para recordar que la paz no es utopía, sino el fruto de la justicia, del diálogo y del perdón. “Ninguna victoria militar podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado", y añadió: "Son marcas que tardan generaciones en cicatrizar”.


El lema de su pontificado, inspirado en San Agustín, expresa una profunda verdad teológica y pastoral: “En Aquel que es Uno, somos Uno”. Es Cristo quien nos une, quien nos reconcilia, quien nos vuelve comunidad. El Papa no sustituye a Cristo sino que lo representa, lo anuncia, lo transparenta en medio de la historia.


El rostro de la Iglesia hoy se modela también a partir del sur donde comunidades vivas, muchas veces pobres y olvidadas, custodian la fe con alegría y coraje. La elección de dos Papas consecutivos provenientes de América —Francisco y León XIV— no es un accidente, sino signo de que el Espíritu sopla con fuerza en las orillas, desde donde Dios elige a sus profetas.


Cada 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, la Iglesia celebra el Día del Papa, recordando que el Sucesor del Apóstol Pedro es el Vicario de Cristo en la tierra, signo visible de unidad, roca firme sobre la que Jesús edificó su Iglesia. No celebramos a un hombre por sus cualidades humanas, sino la misión sagrada que ha recibido: confirmar en la fe a los hermanos y presidir en la caridad a toda la Iglesia.


Renovemos nuestra oración por él. Que el Señor le conceda sabiduría, fortaleza y ternura. Que podamos vivir la comunión eclesial no como carga sino como gracia. Y que cada bautizado sienta el llamado a caminar en la unidad, bajo el cayado de Pedro, hacia Aquel que es el único Pastor y Señor de la historia: Jesucristo.


León XIV ha despertado esperanza en muchos sectores de la Iglesia y la sociedad global. Tiene los pies bien plantados en América Latina donde ha vivido, trabajado y acompañado realidades desafiantes. Su formación y experiencia no se limitan al continente: conoce con profundidad las dinámicas del mundo globalizado, las tensiones geopolíticas, las nuevas formas de pobreza, los desafíos ecológicos y el rostro cambiante de la fe. Y sobre todo, es un hombre de espíritu misionero y corazón sencillo, comprometido con la paz y con los pobres, como lo pudimos escuchar.


El nuevo Pontífice eligió llamarse León XIV, y con ello evocó de manera explícita a León XIII, el Papa que a fines del siglo XIX se animó a mirar de frente el problema de los obreros en el auge de la llamada Revolución Industrial, dando origen a la Doctrina Social de la Iglesia con la encíclica Rerum Novarum (1891). Aquella carta magna de la cuestión social defendía los derechos de los trabajadores, el salario justo, la organización sindical y el rol del Estado en el bien común.


Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, llamaba al Papa “el dulce Cristo en la tierra”. Estas palabras nacen de una experiencia profunda de comunión espiritual, obediencia amorosa y reconocimiento del papel único del Obispo de Roma. Rezamos por León XIV.

 
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